septiembre 05, 2009

De cómo el destino se las cobró a mi tía Olga.

Después de tantos años viviendo en la misma casa con su suegra a la tía Olga se le hizo realidad el sueño de tener su casa propia, no le importó que la nueva casa era mucho más pequeña, que no tenía drenaje y que las calles de la colonia ni siquiera estaban pavimentadas.

Le llamó a todas sus hermanas, Cristina, Vero, Rocío, y la güera, las necesitaba a todas para que la ayudaran con la mudanza.

En el último viaje ,después de casi 15 vueltas en la vapuleada camioneta lograron meter todo, el sofá desgastado que tenía más valor sentimental que monetario y que de no haber pertenecido a su padre tal vez lo hubiera tirado, la caja con las horrendas figuras de porcelana que le había regalado su abuela, la enorme consola en la que muchos años antes su abuelo tocaba los LP's, por fin, la mudanza estaba completa.

Solo había un problema, en la camioneta no quedaba lugar para tantas personas, mi tío fué el único que cupo dentro de la camioneta, él iba manejando y todas las demás se fueron paradas en la defensa trasera agarradas de donde pudieron, de a "mosca" pues.
Y así iban aferrándose a la cochina camioneta con uñas y dientes, literalmente, saltando todo el camino, y es que los caminos de Guanajuato donde la vida no vale nada son empedrados, polvorosos y nada suntuosos.

El tío Martín iba mas concentrado en el problema en el que se había metido con su madre por darle el lugar a su esposa que en el camino, manejaba distraído, sin poner mucha atención, iba absorto en sus pensamientos, se sentía feliz por "cumplirle" a su mujer y desdichado por abandonar a su madre. Que buen marido eres, que mal hijo eres, pinche mandilón, que desconsiderado...
Todo eso pasaba por su mente por lo que no se dió cuenta que en uno de tantos topes la tía Olga no alcanzó a sostenerse, y cayó de panza mientras la camioneta seguía andando, las hermanas tampoco le dijeron nada, era imposible pues no podían hablar de tanta risa, ni siquiera la misma Olga podía pedir auxilio, también moría de risa, el vehículo avanzó unos quinientos metros cuando Martín alcanzó a distinguir por el retrovisor algo tirado en el camino, será la consola? pensó para sí mismo, se detuvo solo cuando entre la polvareda pudo distinguir a su amada Olga haciendo señas con las dos manos que seguía tirada de panza y estaba adolorida no sabía si del golpe que se había dado o de tanta carcajada, se regresó por ella y la ayudó a levantarse.

El se sentía mejor, de alguna manera la tía Olga ya había pagado la osadía de haberlo hecho escoger entre ella y su madre.

4 comentarios:

Cl@udette dijo...

Jaajajajaj bueno hasta eso el destino fué considera con el monto a pagar, de un mal golpe no paso y hasta divertido resulto ;)

Saludos

El Belo dijo...

Jajajajajajajaja.
No cabe duda que todo en esta vida se paga. Lo bueno es que la forma en que lo pagó la tía Olga, fue muy chusca.

Saludos.

Rotter dijo...

Yo me cai de una camioneta, ojalá hubiera reido!! jajajaja

Guanajuato... jamas he estado en guanajuato. tendre que ir a visitar para saber como es.

Saludos!

Verdaderoyo dijo...

Jajajajaja, pobre tia Olga, a pesar de que creo que fue justo el pago que le cobro la vida, no deja de ser una escena por demas comica . . .